miércoles, 25 de agosto de 2010

¿Y para qué toda esta dialéctica en la historia?

Fuente: Ricardo Andrade Jardí,
APIAVirtual.

Y ni qué decir de la canción oficial del bicentenario al estilo Televisa, que no propone nada y nos plantea un México que sólo existe en los bolsillos de quienes nos las proponen. “¿Y para qué toda esta dialéctica en la historia?”, se preguntaba Jaime López, acompañado de Roberto González y Emilia a principios de los 80. Parece ser que Jaime López ya se responde con la letra mierdera de la oficial “canción”, de un bicentenario que en México ni siquiera ha pretendido abrir un serio debate sobre lo que somos.

Parece ser que Chespirito y Chabelo siguen con la delantera y mientras los egresados de Yale University nos proponen un show estilo Vegas-Disneylandia, los músicos no pretenden quedarse atrás y nos proponen un tema musical al más puro estilo de show musical chafa digno de los derrumbados televiteatros.

¡Ni hablar! el neoliberalismo lo copta todo. Y, la “inteligencia” con la que alguna vez se importó el autor de la Primera Calle de la Soledad, se acopla para mostrarnos una fiesta que en Ciudad Juárez se baila con balas y tumbas de centenares de mujeres en el desiertos fronterizo.

“¿Y para que toda esta dialéctica en la historia?” ¿Para qué? Si al final llegaríamos a los doscientos años, de nuestra presumida independencia, para terminar haciendo shows en medio de un mar de sangre, donde la regla parece ser la desmemoria y la única forma, aún incuestionable, la corrupción, de un sistema que como la humedad termina por destruirlo todo.

“Bendito bicentenario”, debe pensar, con su doble moral “nuestra” católica oligarquía, donde la celebración (patrocinada hasta por la Coca-Cola) de la insurgencia termina por ser una farsa que ni el mismo Ibargüengoitia pudo soñar.

“Nacimos para cantar, nacimos para bailar”. ¡Bravo! Nuestra educación Chespirito rinde sus frutos y como pocos países del continente, en México la celebración del bicentenario, revela que no sólo no hay nada que celebrar, sino que además no tenemos la capacidad ni siquiera de entender lo importante que pudo ser este año para nuestro ensombrecido porvenir.

Aunque la esperanza, afortunadamente, no se limita a la basura del oficialismo, y en otros terrenos, la celebración toma un curso más insurgente, ajenos a la mentira telecrática y al Yale-show bicentenario, en los que alguna vez presumió navegar el buen Jaime López, se pugna por una visión más crítica de una realidad que asesina a los jóvenes que bailan y desemplea a cuando menos a tres millones de ciudadanos, conservadora cifra oficial, que se ven obligados a mal vender su fuerza de trabajo ante un sistema que, siguiendo los lineamientos impuestos por el FMI, ha optado por dejar fuera del proyecto económico de la “competitividad a cualquier costo” a poco más de 45 millones de personas.

Aunque los autores musicales de la celebración oficial olviden, en su efímera y cínica composición, incluir que es probable que tengan poco que bailar y menos aún nada que cantar. Aunque la versión oficial del bicentenario pretenda, vergonzosamente, aparentar que en el “milenario México”, militarizado de hoy, nada nos importa más que la fiesta y el show mediático de una celebración, mediocre, impulsada por la ilegitimidad electoral y secundada por una “artística” clase media que se ha creído el cuento imperialista de que el fin de la historia nos ha alcanzado. Una clase media, algunos con caros estudios universitarios, que ahora sí cree que son parte de algo, aunque en los próximos meses y pasada la cruda del show oficial, descubrirán la macabra realidad de nuestra pretendida independencia, que hoy más que nunca en los últimos doscientos años está más que en duda.

En fin, una celebración chatarra, con música chatarra, para un desgobierno chatarra, todo dentro de la lógica usurpadora. Mientras, entre las ideas que tendríamos que estar debatiendo, entra lo que se le olvidó a Jaime López, (que ahora cree que : “México tiene el gobierno que se merece” y la música que se merece. Aunque, aquí sí que me excluyo, junto a millones, pues Calderón es un impostor impuesto por una oligarquía criminal y no producto de gobierno que nos merezcamos nadie. Aunque cada uno habla desde su particular proceso dialéctico, que por otro lado no es excluyente de la realidad nacional, elemental dialéctica, Jaime), para poner en su bicentenaria letra musicalizada por la nada destacada composición de Aleks Syntek, uno más de los hijos de Chespirito…

¡Ni hablar! ¿Y para qué toda esta dialéctica en la historia? ¿Para qué ir al paraíso estando muertos? Si la gloria está tan lejos de este huerto…

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