Autor: Edgar González Ruiz *
23 ENERO 2011
Julia Klug Archila es una mujer del pueblo que ha demostrado ejemplar valentía y lucidez en la lucha contra los abusos del clero católico, uno de los principales problemas que ha enfrentado México a lo largo de su historia. Originaria de Guatemala, lo mismo que la madre de Belisario Domínguez, Julia Klug ha protestado frecuentemente en la plancha del Zócalo, frente a la catedral, contra los abusos sexuales del clero, y en defensa del Estado laico, lo que le ha valido innumerables agresiones de fanáticos y de grupos conservadores que respaldan a Norberto Rivera.
Las represalias de las fuerzas conservadoras han incluido desde amagos judiciales hasta ataques verbales y físicos, y la activista sospecha que una de ellas podría ser la muerte de su hijo, el piloto militar Ricardo Martínez Klug, cuyo avión se desplomó misteriosamente en las costas de Guerrero, en octubre de 2010.
Raíces
Nacida en Cobán, Alta Verapaz, Guatemala, Julia, hoy de 57 años, fue violada cuando tenía siete años de edad por un cura (el padre Chemita), con quien su abuela la llevaba para que le enseñara a rezar el rosario. El sacerdote desarrollaba sus ataques en forma sutil, persuasiva; al estilo de Marcial Maciel, buscaba pretextos para inducirla a los actos sexuales, por ejemplo, diciéndole que ella debería quitarse la ropa para ser como Eva y él como Adán.
El mismo cura la casó, pues la familia de Julia, quien confiaba plenamente en él, no se enteró de esos abusos. Ella contrajo matrimonio a los 14 años, pero no fue feliz, pues era golpeada y ofendida por su suegra.
Entonces, decidió venir a México, donde estableció una unión con un militar, el mayor de caballería Leopoldo Martínez Hernández, relación que duró 28 años, hasta que él falleció. Afirma Julia: “Él fue quien me devolvió mi dignidad como mujer”.
Julia Klug se nacionalizó mexicana en 2001. Años después, indignada por casos como el del sacerdote Nicolás Aguilar Rivera, abusador sexual protegido por el cardenal Rivera, “hizo que la herida volviera a sangrar en mí; la impotencia ante lo que pasaba, me decidió a salir a protestar”.
Klug explica que su lucha no es contra la religión católica, sino contra los abusos clericales: “Soy católica por herencia, pero no voy a aceptar que un ministro abuse de la feligresía y menos todavía de los niños”.
Ella también sabe las consecuencias que puede acarrear la intromisión del clero en política para imponer sus dogmas y atentar contra las libertades, por ello se ha manifestado en defensa del Estado laico. Al respecto señala: “México ha sido un Estado laico, con todos los beneficios y libertades que eso conlleva, y dada la permanencia de la derecha en el poder, el país está en riesgo de perder ese carácter laico, que es preciso defender a toda costa”.
Protestas y represalias
Desde hace varios años, Julia Klug, al lado de otros ciudadanos, protesta frente a la catedral contra los abusos de religiosos católicos.
En una de esas manifestaciones, el domingo 7 de octubre de 2007, Klug fue atropellada por la camioneta blindada de Norberto Rivera, cuyos abogados amenazaron con demandarla por haber “dañado” el vehículo, con una peligrosa arma que era nada menos que una cartulina donde Julia protestaba por la injerencia del clero en política. Por el contrario, ella sí resultó lesionada y meses después tuvo que ser operada de la columna vertebral.
Los fanáticos al servicio de Rivera la han golpeado por lo menos en cuatro ocasiones, ante la actitud complaciente de los policías federales que custodian el interior del recinto.
Julia ha tenido que lidiar contra la hostilidad de muchos medios de comunicación afines al clero y contra los ataques de Desde la fe, órgano del Arzobispado de México.
La activista tiene el mérito de haber organizado protestas no sólo contra los abusos de prelados católicos, sino en defensa de la despenalización del aborto y de los derechos de los homosexuales, e incluso de oponerse públicamente al peligroso proyecto derechista de instaurar en México las llamadas “capellanías militares”.
Esa protesta tuvo lugar el 15 de marzo de 2009. Entrevistada por La Jornada, Klug mencionó que con las capellanías “se retrocedería ideológica y espiritualmente en el país” (La Jornada, 16 de marzo de 2009). La actitud de Julia contrasta con la indiferencia de muchos intelectuales y comunicadores, sumisos a las consignas oficialistas ante temas como el mencionado, de implantar en México el binomio clero-ejército, que ciertamente representaría un dramático retroceso, y una amenaza formidable contra las libertades.
Días antes de la muerte de su hijo Ricardo, según ha relatado Julia, un fanático se le acercó en el Zócalo advirtiéndole que la atacarían en donde “más le doliera”:
Tres días después, tuvo lugar el misterioso desplome del avión que tripulaba su hijo, el subteniente Ricardo Martínez Klug. En diciembre de 2010, es decir, dos meses después del hecho, las autoridades militares no habían aclarado las causas del siniestro, ni habían resuelto el pago de la correspondiente pensión.
En un video (www.youtube.com/watch?v=e2ArJhIqN8I) Julia Klug declara que, en su opinión, la muerte de su hijo fue premeditada, fue una venganza política; “el precio que paga una luchadora social por defender a los demás”. Explica que el avión en que volaba su hijo Ricardo, como copiloto, ya tenía problemas en los motores, a pesar de lo cual, se le hizo despegar.
Sin embargo, si a causa de su lucha Julia Klug ha recibido tantos ataques y presiones, también han sido muchas las muestras de simpatía y solidaridad motivadas por su valerosa actitud.
Julia está dando un ejemplo a todos los mexicanos que, a pesar de estar cansados de las agresiones del gobierno derechista, optan por el camino de la resignación. El gobierno y la jerarquía católica tienen el poder, pero ella tiene la razón, y ha puesto en riesgo su vida, su libertad y su integridad en la defensa de su patria adoptiva.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
Fuente: Contralínea 217 / 23 de enero de 2011
Julia Klug denuncia asesinato de su hijo Ricardo Martínez Klug
martes, 22 de febrero de 2011
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