Por Alfredo Velarde
En medio del debate insustancial que libra la partidocracia sobre el formato que para algunos debiera adoptar el primer informe presidencial de ese porro persinado y blanquiazul que es Felipe Calderón , dado que, se insiste, “ya no cuadra el viejo formato obsolescente” con las necesidades de una “democracia que se renueva” en la cavernícola modernidad que nos azota, el dato político relevante de la semana que pasó, fue el rotundo fingimiento de demencia de los poderes federales, ante la incómoda visita que encuadró la visita de la secretaria general de Amnistía Internacional , Irene Khan , para el gobierno calderonista.
El meollo de la visita de la secretaria del importante organismo visor del respeto a los derechos humanos fue, además de su informe anual en el cual el gobierno mexicano sale comprensiblemente muy mal librado en la materia, por la infinidad de violaciones a los derechos humanos que son el pan nuestro de cada día, también implicó la solicitud de la señora Khan , a los legisladores, para que desquiten el sueldo tramitando la necesidad de una reforma a la Carta Magna , a fin de que ésta sea congruente con los numerosos tratados internacionales que la nación ha firmado, pero que, en rigor, invariablemente termina pasándoselos por el “arco del triunfo”. Un elemento muy importante de la iniciativa de Amnistía Internacional, destaca el de elevar a rango constitucional el principio de presunción de inocencia , con la finalidad de que no se finquen responsabilidades judiciales a la gente, solo por el hecho de ser “sospechosas” de haber cometido algún ilícito, sin una inequívoca comprobación. Tiene sentido, porque en México nadie es inocente hasta que lo compruebe, sino que todos somos culpables mientras no seamos capaces de demostrar nuestra inocencia ante los atrabiliarios tribunales por consigna que padecemos, ante un “Estado de derecho” sólo de dientes-afuera .
Y si a ello le agregamos los presos que inundan cárceles por procesos amañados, la criminalización de la protesta social, el mantenimiento de la tortura y la desaparición de activistas sociales, como en el caso de los desaparecidos del EPR, “que nadie tiene” , pero que no aparecen por ningún lado, ya sabemos de qué se trata con la inexistente “democracia mexicana” y su aparato judicial.
Y esto viene a cuento, por la grosera cantidad de trapacerías que singularizaron a las elecciones de Baja California, Aguascalientes y Oaxaca ya comentadas por nosotros la semana que pasó, preñadas de un rotundo desinterés de la gente, porque ésta sabe muy bien lo que significa, realmente, la oficiosa política de nuestra maltrecha “democracia representativa” de papel y su infausta “clase política”. Tampoco en el plano de la política, la legalidad se respeta y hoy, la vía más expedita para convertirse en político profesional, es ligarse a los más conservadores intereses y a fortunas mal habidas que puedan, con mucha mayor facilidad, librar los obstáculos para acceder a cargos de “elección popular” que se obtienen con dinero y usos mediáticos, para después, y desde ahí, actuar contra la gente y a favor de los intereses frecuentemente corporativos que los encumbran. Y eso, precisamente eso, es lo que demostró la inasistencia de la enorme mayoría del electorado en las elecciones oaxaqueñas, que muy pocos politólogos del país han sabido leer con atingencia. Una importante excepción en las interpretaciones de lo que Oaxaca mostró, fue la atinada nota que Gustavo Esteva ofreció en La Jornada el pasado lunes 13 e intitulado “El acertijo del 5 de agosto”. El acertijo-jeroglífico que muy pocos han sabido interpretar –entro otros, además de Esteva, Hermann Bellinghausen con su pertinente texto “Las Bastilla de las palabras” , publicado el mismo día en igual diario, consiste en responder a ¿cómo es posible que una entidad, como la oaxaqueña, tan enfebrecidamente movilizada contra el poder existente, permitiera el “triunfo-zapato” de los hampones ulisistas ahora disfrazados de “legisladores”?
Y la respuesta que nos ofrece el balance político de Esteva, como el profundo conocedor que es del factor indígena en los procesos sociales, es inapelable por consistente y claro. La clave de lo ocurrido en Oaxaca, no es la despolitización de la gente , como muchos interpretaron erróneamente, sino la sobre-politización sustentada en una conciencia generalizada que se apoya en la experiencia . Lejos del juego fatuo de la falsa representación de la democracia burguesa, demagógica por definición, la gente se abstuvo para deslegitimar un proceso al cual se le hizo el vacío deliberado , mientras, por abajo, se ha venido afanando en la realización cotidiana , por usos y costumbres , de una muy otra democracia real , organizada y directa, popular y conciente o radical , desde los diversos espacios de la micropolítica y en donde la participación ciudadana adquiere visos de concreción operativa que en la política convencional instituida, simple y llanamente, están vedados. Y esta es la razón cardinal por la cual mal harían los politólogos del régimen y el permanentemente tambaleante (des) gobierno de Ulises Ruiz, en suponer que las elecciones oaxaqueñas representaron, por la vía de los hechos, un “referéndum” de explícita convalidación del gobierno protofascista y carcelario en la entidad. El abstencionismo activo-militante de las grandes franjas descontentas de la ciudadanía oaxaqueña, no están cancelando los genuinos cauces de verdadera democratización social. Y si el régimen atrabiliario oaxaqueño, persiste tratando de sofocar las connotaciones libertarias de la lucha concreta de los oaxaqueños por transformar su entidad y el país, quien abrirá la vía violenta, será el propio gobierno de URO. No hay duda, en ello, que los oaxaqueños se han adelantado al resto del país, al lado de otros ejemplos como las propias Juntas de Buen Gobierno zapatistas en Chiapas. El reto de la APPO hoy, consiste en interpretar este hecho cardinal y darle cauce eficaz a una lucha contra el poder, con alternativas al alcance de todos.
El meollo de la visita de la secretaria del importante organismo visor del respeto a los derechos humanos fue, además de su informe anual en el cual el gobierno mexicano sale comprensiblemente muy mal librado en la materia, por la infinidad de violaciones a los derechos humanos que son el pan nuestro de cada día, también implicó la solicitud de la señora Khan , a los legisladores, para que desquiten el sueldo tramitando la necesidad de una reforma a la Carta Magna , a fin de que ésta sea congruente con los numerosos tratados internacionales que la nación ha firmado, pero que, en rigor, invariablemente termina pasándoselos por el “arco del triunfo”. Un elemento muy importante de la iniciativa de Amnistía Internacional, destaca el de elevar a rango constitucional el principio de presunción de inocencia , con la finalidad de que no se finquen responsabilidades judiciales a la gente, solo por el hecho de ser “sospechosas” de haber cometido algún ilícito, sin una inequívoca comprobación. Tiene sentido, porque en México nadie es inocente hasta que lo compruebe, sino que todos somos culpables mientras no seamos capaces de demostrar nuestra inocencia ante los atrabiliarios tribunales por consigna que padecemos, ante un “Estado de derecho” sólo de dientes-afuera .
Y si a ello le agregamos los presos que inundan cárceles por procesos amañados, la criminalización de la protesta social, el mantenimiento de la tortura y la desaparición de activistas sociales, como en el caso de los desaparecidos del EPR, “que nadie tiene” , pero que no aparecen por ningún lado, ya sabemos de qué se trata con la inexistente “democracia mexicana” y su aparato judicial.
Y esto viene a cuento, por la grosera cantidad de trapacerías que singularizaron a las elecciones de Baja California, Aguascalientes y Oaxaca ya comentadas por nosotros la semana que pasó, preñadas de un rotundo desinterés de la gente, porque ésta sabe muy bien lo que significa, realmente, la oficiosa política de nuestra maltrecha “democracia representativa” de papel y su infausta “clase política”. Tampoco en el plano de la política, la legalidad se respeta y hoy, la vía más expedita para convertirse en político profesional, es ligarse a los más conservadores intereses y a fortunas mal habidas que puedan, con mucha mayor facilidad, librar los obstáculos para acceder a cargos de “elección popular” que se obtienen con dinero y usos mediáticos, para después, y desde ahí, actuar contra la gente y a favor de los intereses frecuentemente corporativos que los encumbran. Y eso, precisamente eso, es lo que demostró la inasistencia de la enorme mayoría del electorado en las elecciones oaxaqueñas, que muy pocos politólogos del país han sabido leer con atingencia. Una importante excepción en las interpretaciones de lo que Oaxaca mostró, fue la atinada nota que Gustavo Esteva ofreció en La Jornada el pasado lunes 13 e intitulado “El acertijo del 5 de agosto”. El acertijo-jeroglífico que muy pocos han sabido interpretar –entro otros, además de Esteva, Hermann Bellinghausen con su pertinente texto “Las Bastilla de las palabras” , publicado el mismo día en igual diario, consiste en responder a ¿cómo es posible que una entidad, como la oaxaqueña, tan enfebrecidamente movilizada contra el poder existente, permitiera el “triunfo-zapato” de los hampones ulisistas ahora disfrazados de “legisladores”?
Y la respuesta que nos ofrece el balance político de Esteva, como el profundo conocedor que es del factor indígena en los procesos sociales, es inapelable por consistente y claro. La clave de lo ocurrido en Oaxaca, no es la despolitización de la gente , como muchos interpretaron erróneamente, sino la sobre-politización sustentada en una conciencia generalizada que se apoya en la experiencia . Lejos del juego fatuo de la falsa representación de la democracia burguesa, demagógica por definición, la gente se abstuvo para deslegitimar un proceso al cual se le hizo el vacío deliberado , mientras, por abajo, se ha venido afanando en la realización cotidiana , por usos y costumbres , de una muy otra democracia real , organizada y directa, popular y conciente o radical , desde los diversos espacios de la micropolítica y en donde la participación ciudadana adquiere visos de concreción operativa que en la política convencional instituida, simple y llanamente, están vedados. Y esta es la razón cardinal por la cual mal harían los politólogos del régimen y el permanentemente tambaleante (des) gobierno de Ulises Ruiz, en suponer que las elecciones oaxaqueñas representaron, por la vía de los hechos, un “referéndum” de explícita convalidación del gobierno protofascista y carcelario en la entidad. El abstencionismo activo-militante de las grandes franjas descontentas de la ciudadanía oaxaqueña, no están cancelando los genuinos cauces de verdadera democratización social. Y si el régimen atrabiliario oaxaqueño, persiste tratando de sofocar las connotaciones libertarias de la lucha concreta de los oaxaqueños por transformar su entidad y el país, quien abrirá la vía violenta, será el propio gobierno de URO. No hay duda, en ello, que los oaxaqueños se han adelantado al resto del país, al lado de otros ejemplos como las propias Juntas de Buen Gobierno zapatistas en Chiapas. El reto de la APPO hoy, consiste en interpretar este hecho cardinal y darle cauce eficaz a una lucha contra el poder, con alternativas al alcance de todos.
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