¡Mujer alza tu voz hasta curarle a la justicia la sordera!
Desde Machetearte
Desde Machetearte
Por Norma Jiménez Osorio
Los asesinatos cometidos contra mujeres, ocurren a cada instante, en cualquier parte del mundo, tan comúnmente que pudiera parecer algo "normal", más la "normalidad" nos ha sumido en la indiferencia lo que nos hace cómplices de la impunidad.
Lamentablemente no sólo en Ciudad Juárez, Chihuahua y toda la frontera norte del país, la discriminación y la violencia que se ejerce en contra de la mujer es ya un cotidiano; algunos dicen que forma parte de la cultura machista y misógina del país en el que vivimos, pero no se queda ahí, también es un instrumento del Estado para infundir miedo en toda aquella mujer que decida no quedarse callada.
Y podríamos hablar de muchos países con altos índices de asesinatos de mujeres, algunos lejanos como Alemania, Rumania, Reino Unido, Polonia, España, Italia, países más cercanos, Guatemala, Colombia, Venezuela, Brasil, y así llegamos a México. Aunque no necesitamos ir muy lejos si tenemos al estado de México, si tenemos Atenco (cabe mencionar que el dolor que se siente por nuestras asesinadas no conoce distancias).
Durante el traslado fuimos insultadas, acosadas, abusadas, violadas, en el caso particular de las mujeres, pues todas y todos fuimos golpeados sin descanso, aunque valdría la pena preguntarse: ¿por qué tomar a la mujer como botín de guerra?, la pregunta duele, y la respuesta nos genera rabia.
Ahora, después de tantos meses, no sólo duele la tortura y el encierro (pues seguimos presas 7 mujeres y 20 hombres en el penal de Santiaguito, Almoloya de Juárez, sin ninguna prueba en nuestra contra); lo que más nos duele es la impunidad, ese luto que se sumerge en nuestro pecho, acompañado de mucha rabia, por eso no dejamos de denunciar lo ocurrido.
Sí, fuimos abusadas sexualmente, fuimos violadas y seguimos siendo torturadas.
A las mujeres se nos ha enseñado que hay cosas que no se dicen, que cosas así le quitan su valor a la mujer, que debemos sentir vergüenza, quedarnos calladas y agachar la cabeza.
Desde el 4 de mayo, decidí como muchas otras compañeras que esto tenía que decirse, que tenía que saberse, que yo era valiosa por lo que soy y lo fuerte que puedo ser, que nunca voy a callarme ni sentiré vergüenza, que jamás voy a agachar la cabeza.
Entonces entendí que el luto que llevamos en el pecho nos ayuda para tener el coraje de denunciar lo que pasó, de exigir justicia y castigo a todos los que estuvieron involucrados en el operativo de Texcoco y Atenco y a aquellos que insisten en tenernos como rehenes, en esta prisión; que la justicia no nos la va a dar nadie, la justicia debe ser tomada por el pueblo.
Si su objetivo era callar nuestra voz, se equivocaron, nuestra voz es más fuerte que nunca, rompe muros y atraviesa rejas: ¡Por todas aquellas que si pudieron callar! ¡Por todas aquellas que se callaron a la fuerza! Por ellas... ¡ qué juntas podamos romper con la normalidad! qué no volvamos a sentir indiferencia! ¡ qué nunca, nunca vuelva a existir un lugar para la impunidad!
Los asesinatos cometidos contra mujeres, ocurren a cada instante, en cualquier parte del mundo, tan comúnmente que pudiera parecer algo "normal", más la "normalidad" nos ha sumido en la indiferencia lo que nos hace cómplices de la impunidad.
Lamentablemente no sólo en Ciudad Juárez, Chihuahua y toda la frontera norte del país, la discriminación y la violencia que se ejerce en contra de la mujer es ya un cotidiano; algunos dicen que forma parte de la cultura machista y misógina del país en el que vivimos, pero no se queda ahí, también es un instrumento del Estado para infundir miedo en toda aquella mujer que decida no quedarse callada.
Y podríamos hablar de muchos países con altos índices de asesinatos de mujeres, algunos lejanos como Alemania, Rumania, Reino Unido, Polonia, España, Italia, países más cercanos, Guatemala, Colombia, Venezuela, Brasil, y así llegamos a México. Aunque no necesitamos ir muy lejos si tenemos al estado de México, si tenemos Atenco (cabe mencionar que el dolor que se siente por nuestras asesinadas no conoce distancias).
Durante el traslado fuimos insultadas, acosadas, abusadas, violadas, en el caso particular de las mujeres, pues todas y todos fuimos golpeados sin descanso, aunque valdría la pena preguntarse: ¿por qué tomar a la mujer como botín de guerra?, la pregunta duele, y la respuesta nos genera rabia.
Ahora, después de tantos meses, no sólo duele la tortura y el encierro (pues seguimos presas 7 mujeres y 20 hombres en el penal de Santiaguito, Almoloya de Juárez, sin ninguna prueba en nuestra contra); lo que más nos duele es la impunidad, ese luto que se sumerge en nuestro pecho, acompañado de mucha rabia, por eso no dejamos de denunciar lo ocurrido.
Sí, fuimos abusadas sexualmente, fuimos violadas y seguimos siendo torturadas.
A las mujeres se nos ha enseñado que hay cosas que no se dicen, que cosas así le quitan su valor a la mujer, que debemos sentir vergüenza, quedarnos calladas y agachar la cabeza.
Desde el 4 de mayo, decidí como muchas otras compañeras que esto tenía que decirse, que tenía que saberse, que yo era valiosa por lo que soy y lo fuerte que puedo ser, que nunca voy a callarme ni sentiré vergüenza, que jamás voy a agachar la cabeza.
Entonces entendí que el luto que llevamos en el pecho nos ayuda para tener el coraje de denunciar lo que pasó, de exigir justicia y castigo a todos los que estuvieron involucrados en el operativo de Texcoco y Atenco y a aquellos que insisten en tenernos como rehenes, en esta prisión; que la justicia no nos la va a dar nadie, la justicia debe ser tomada por el pueblo.
Si su objetivo era callar nuestra voz, se equivocaron, nuestra voz es más fuerte que nunca, rompe muros y atraviesa rejas: ¡Por todas aquellas que si pudieron callar! ¡Por todas aquellas que se callaron a la fuerza! Por ellas... ¡ qué juntas podamos romper con la normalidad! qué no volvamos a sentir indiferencia! ¡ qué nunca, nunca vuelva a existir un lugar para la impunidad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario