Enviado por Miguel Angel Armada
Allí estaban las dos, sobre mi modesta mesa de trabajo; un vaho insano parecía brotar de ellas. De las 90 cuartillas de una y de las 25 de la otra se desprendía un humor abyecto, un tufo a podredumbre, a inmundicia... era la vileza del engaño, de la codicia, de la rapacidad en una y el cinismo, la indecencia y la perversidad de la otra.
Una, la gorda de las 90 cuartillas, era la llamada "nueva Ley del ISSSTE", el engendro del gobierno espurio y sus compinches, que pretenden seguir esquilmando al pueblo. La otra, la indecencia en su expresión más alta, es el instrumento con el que se pretende "legalizar" todo lo ilegal que han venido haciendo los malos gobiernos... espionaje, secuestros, tortura, desapariciones,crímenes... ¡Este, el mal gobierno de hoy, desde su origen ilegal, quiere cubrirlo todo "con la misma cobija"!
Allí estaban las dos, las dos infames "leyes" con las ristras de palabras engañosas, hipócritas, y al leerlas desfilaban ante mis ojos las figuras de los autores que parecían reír satisfechos de sus fechorías de antaño y de hoy. Los periódicos los mostraban en fotografías que desleían la falsedad que los ha caracterizado siempre. ¡Ya no logran engañar, ya el pueblo sabe cómo son y qué pretenden! Podrán imponer quizá su voluntad con la complicidad "siamesa" de sus partidos, pero más temprano que tarde, la voluntad del pueblo entero, humillado, se alzará contra todos ellos y echará abajo sus designios perversos.
La multitudinaria asamblea de la Convención Nacional Democrática, que llenaba el zócalo y las calles aledañas, alzaba sus voces airadas contra las leyes infames. Su grito unánime en contra del hurto que pretenden llevar acabo los malhechores llamados "de cuello blanco" y la "legalización" de la crueldad, más que un grito, semejaba el rugido de miles de leones dispuestos a defender lo suyo, a luchar por su espacio, a proteger la vida de sus cachorros.
Era, es ya, como el rugido de la fiera herida. Es el hartazgo del maltrato, es la expresión del sentirse ahítos de injusticia.
Apretada aquella multitud sólo se movía para alzar las manos, para encrespar los puños, para asentir en el enorme consenso colectivo que anhela el cambio verdadero, que busca con ansia el fin de la hipocresía de los gobiernos atrabiliarios y ensoberbecidos que nos oprimen, que nos roban, que pretenden despojarnos de la riqueza que pertenece a todos.
No molestaban los rayos candentes del sol, ni la fatiga, ni el hambre. La atención estaba puesta toda en las palabras que allí se escuchaban y que fueron iniciadas y rubricadas con el canto melodioso de miles de voces que brotaban de las filas de la muchedumbre.
Entre todos intercambiaban opiniones, hablaban quedo los que inquirían por algo y también hablaban quedo los que daban opiniones o consejos. Era "lavoz del pueblo" que fluía, era el lenguaje sencillo de los humildes que los ricos encaramados en el poder creen tontos...
¡Tontos ellos que así piensan de los pobres! "Tontos de capirote", inflados de soberbia que desprecian la sabiduría popular.
Allí estaban las dos, sobre mi modesta mesa de trabajo; un vaho insano parecía brotar de ellas. De las 90 cuartillas de una y de las 25 de la otra se desprendía un humor abyecto, un tufo a podredumbre, a inmundicia... era la vileza del engaño, de la codicia, de la rapacidad en una y el cinismo, la indecencia y la perversidad de la otra.
Una, la gorda de las 90 cuartillas, era la llamada "nueva Ley del ISSSTE", el engendro del gobierno espurio y sus compinches, que pretenden seguir esquilmando al pueblo. La otra, la indecencia en su expresión más alta, es el instrumento con el que se pretende "legalizar" todo lo ilegal que han venido haciendo los malos gobiernos... espionaje, secuestros, tortura, desapariciones,crímenes... ¡Este, el mal gobierno de hoy, desde su origen ilegal, quiere cubrirlo todo "con la misma cobija"!
Allí estaban las dos, las dos infames "leyes" con las ristras de palabras engañosas, hipócritas, y al leerlas desfilaban ante mis ojos las figuras de los autores que parecían reír satisfechos de sus fechorías de antaño y de hoy. Los periódicos los mostraban en fotografías que desleían la falsedad que los ha caracterizado siempre. ¡Ya no logran engañar, ya el pueblo sabe cómo son y qué pretenden! Podrán imponer quizá su voluntad con la complicidad "siamesa" de sus partidos, pero más temprano que tarde, la voluntad del pueblo entero, humillado, se alzará contra todos ellos y echará abajo sus designios perversos.
La multitudinaria asamblea de la Convención Nacional Democrática, que llenaba el zócalo y las calles aledañas, alzaba sus voces airadas contra las leyes infames. Su grito unánime en contra del hurto que pretenden llevar acabo los malhechores llamados "de cuello blanco" y la "legalización" de la crueldad, más que un grito, semejaba el rugido de miles de leones dispuestos a defender lo suyo, a luchar por su espacio, a proteger la vida de sus cachorros.
Era, es ya, como el rugido de la fiera herida. Es el hartazgo del maltrato, es la expresión del sentirse ahítos de injusticia.
Apretada aquella multitud sólo se movía para alzar las manos, para encrespar los puños, para asentir en el enorme consenso colectivo que anhela el cambio verdadero, que busca con ansia el fin de la hipocresía de los gobiernos atrabiliarios y ensoberbecidos que nos oprimen, que nos roban, que pretenden despojarnos de la riqueza que pertenece a todos.
No molestaban los rayos candentes del sol, ni la fatiga, ni el hambre. La atención estaba puesta toda en las palabras que allí se escuchaban y que fueron iniciadas y rubricadas con el canto melodioso de miles de voces que brotaban de las filas de la muchedumbre.
Entre todos intercambiaban opiniones, hablaban quedo los que inquirían por algo y también hablaban quedo los que daban opiniones o consejos. Era "lavoz del pueblo" que fluía, era el lenguaje sencillo de los humildes que los ricos encaramados en el poder creen tontos...
¡Tontos ellos que así piensan de los pobres! "Tontos de capirote", inflados de soberbia que desprecian la sabiduría popular.
En medio de aquel coloquio gigantesco, junto a aquellos diálogos esperanzadores, se me acercó una anciana de gesto bondadoso, de sonrisa dulce, de palabra suave. "Oiga ´doña´ -me dijo-, ¿piensa usted que les vamosa creer a éstos? ¿Serán tan tontos que puedan imaginar que creeremos todo lo que dicen y lo que escriben? Nomás fíjese que el señor ese que dice que es el presidente dice también que lucha contra el narco y remata con que le tiene miedo. Y fíjese nomás... ¿Cómo vamos a creerle si dice tamañas mentirotas?".
De plano piensa que somos idiotas, si se atrevió a decir que la señora Ernestina Ascensión Rosario, la pobre mujer de Tetlatzinga, vieja como yo, pobrísima y además indígena, murió "de una gastritis crónica no atendida"...¡Qué barbaridad! ¿Podrá pensar ese señor que vamos a creer en las "buenas intenciones" de sus leyes infames?
Dirigente del Comité ¡Eureka!
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