Enviado por AD Servicios Integrados
por Joaquín López-Dóriga
Onésimo Cepeda es, por singular –“soy el obispo rico de los pobres”, ha dicho–, un prelado que no se parece a ningún otro.
Igual se le ve en una barrera de toros o en un green de golf, que en el mejor restaurante, siempre más cerca del César que de Dios, entre esos renglones torcidos donde su jefe trata de escribir recto.
Artífice de la Diócesis de Ecatepec a su cargo, bueno para la copa y la copla, el viernes cumplió años, setenta, y convocó más que a sus amigos, que los tiene al igual que enemigos, a los hombres más poderosos de la política y del dinero.
Y todos llegaron: gobernadores, jerarcas de la Iglesia, parte del top ten más rico, gente del gabinete y de Los Pinos, dirigentes sindicales, propietarios de medios, candidatos, en fin, representantes de todo el zoológico del poder.
En aquella ostentación, a algunos se les bajó el azúcar al ver que, de repente, luego de un vuelo de reconocimiento, bajara un helicóptero de la PGR, ante lo que pensaron la conveniencia de retirarse inmediatamente.
¡Qué tenía que hacer allí un helicóptero de la PGR!
Oficialmente nada, pero se posó en medio de una nube de tierra, abrió la puerta y cuando pensaban ver la irrupción de un comando armado y embozado de la AFI, para eso están esos helicópteros, se bajó ¡el secretario de Gobernación!
¡Sí!, Francisco Ramírez Acuña, acompañado de su esposa, utilizando uno de los contados helicópteros de la PGR para que lo trasladaran a una fiesta de cumpleaños en Ecatepec.
Y pregunto: ¿para eso están esos helicópteros en medio de la operación contra el crimen organizado, para llevar a un secretario, de Gobernación en este caso, a una comida de cumpleaños, por más obispo que sea Onésimo, creyente él e importantes todos...?
No tiene explicación y representa una violación a la normatividad del uso de recursos públicos y un golpe al perfil de Felipe Calderón, sin que hasta ahora hayan dado una explicación.
Me dirán, como ya me dijeron, que eso hacían los priistas, y es cierto; pero los panistas proclamaban haber llegado para hacer cosas diferentes y hacen lo mismo pero a golpes de pecho, que resulta peor.
El caso de Juan Camilo Mouriño podría parecer diferente, pero no. Por su alto cargo e intensa cercanía, por la innecesaria ostentación, es peor: llegó la misma fiesta en otro helicóptero, dijeron que privado.
Ahora será sano, por decir lo menos, saber si siendo privado, se lo prestaron o lo rentó; y en cualquier caso, quién se lo prestó, porque el interés tiene pies; o cuánto costó y quién lo pagó.
El actual gobierno vive una tregua de tolerancia mayoritaria de la sociedad; lo que es intolerable es que algunos se aprovechen, la rompan de ese modo, más que arbitrario, torpe y con cargo a la cuenta de Felipe Calderón.
por Joaquín López-Dóriga
Onésimo Cepeda es, por singular –“soy el obispo rico de los pobres”, ha dicho–, un prelado que no se parece a ningún otro.
Igual se le ve en una barrera de toros o en un green de golf, que en el mejor restaurante, siempre más cerca del César que de Dios, entre esos renglones torcidos donde su jefe trata de escribir recto.
Artífice de la Diócesis de Ecatepec a su cargo, bueno para la copa y la copla, el viernes cumplió años, setenta, y convocó más que a sus amigos, que los tiene al igual que enemigos, a los hombres más poderosos de la política y del dinero.
Y todos llegaron: gobernadores, jerarcas de la Iglesia, parte del top ten más rico, gente del gabinete y de Los Pinos, dirigentes sindicales, propietarios de medios, candidatos, en fin, representantes de todo el zoológico del poder.
En aquella ostentación, a algunos se les bajó el azúcar al ver que, de repente, luego de un vuelo de reconocimiento, bajara un helicóptero de la PGR, ante lo que pensaron la conveniencia de retirarse inmediatamente.
¡Qué tenía que hacer allí un helicóptero de la PGR!
Oficialmente nada, pero se posó en medio de una nube de tierra, abrió la puerta y cuando pensaban ver la irrupción de un comando armado y embozado de la AFI, para eso están esos helicópteros, se bajó ¡el secretario de Gobernación!
¡Sí!, Francisco Ramírez Acuña, acompañado de su esposa, utilizando uno de los contados helicópteros de la PGR para que lo trasladaran a una fiesta de cumpleaños en Ecatepec.
Y pregunto: ¿para eso están esos helicópteros en medio de la operación contra el crimen organizado, para llevar a un secretario, de Gobernación en este caso, a una comida de cumpleaños, por más obispo que sea Onésimo, creyente él e importantes todos...?
No tiene explicación y representa una violación a la normatividad del uso de recursos públicos y un golpe al perfil de Felipe Calderón, sin que hasta ahora hayan dado una explicación.
Me dirán, como ya me dijeron, que eso hacían los priistas, y es cierto; pero los panistas proclamaban haber llegado para hacer cosas diferentes y hacen lo mismo pero a golpes de pecho, que resulta peor.
El caso de Juan Camilo Mouriño podría parecer diferente, pero no. Por su alto cargo e intensa cercanía, por la innecesaria ostentación, es peor: llegó la misma fiesta en otro helicóptero, dijeron que privado.
Ahora será sano, por decir lo menos, saber si siendo privado, se lo prestaron o lo rentó; y en cualquier caso, quién se lo prestó, porque el interés tiene pies; o cuánto costó y quién lo pagó.
El actual gobierno vive una tregua de tolerancia mayoritaria de la sociedad; lo que es intolerable es que algunos se aprovechen, la rompan de ese modo, más que arbitrario, torpe y con cargo a la cuenta de Felipe Calderón.
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