Realidad mata discurso
gomezalce@aol.com
• Y siguen los tubazos mexicanos dando...
• Inversionistas distantes
Lo importante, mi estimado, es convertir la pasión... en carácter. La simpática ola de declaraciones alrededor del papel que ha jugado el gobierno de Estados Unidos en su compromiso de ayudar a México en el combate al organizado crimen, primero con nuestro embajador en Washington, Arturo Sarukhán, y ayer con las del procurador, Eduardo Medina Mora, demuestran que hay entretenida agenda en la relación bilateral.
Ambos funcionarios, my friend, siguen poniendo, atractivamente, el dedo en la llaga de los norteamericanos. No deja de ser una ocurrente (¿y suicida?) estrategia la de andar fustigando a nuestros vecinos en blanco y negro en el balcón mediático. Porque tarde o temprano vendrá la entretenida respuesta, pues.
Y mientras Calderón sigue con su discursillo ese de su lucha sin cuartel contra el narcotráfico mientras en la realidad aumenta el número de ejecuciones pese a Operativos whatever y despliegues descomunales, no dejan de ser extraños botones en la mercería calderonista, el abismal contraste y la delicada contradicción, entre lo que se dice y lo que se hace. Un microscópico ejemplo. ¿Listo? Ahí le va.
Felipe afirmó ayer, en la 62 Asamblea de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido, que la nación no puede buscar el desarrollo con base en la ilegalidad. Después, en otro evento desde la sitiada, perdón, serena ciudad de Acapulco, Guerrero, aseveró que su sexenio será el del turismo (y el de la infraestructura... y el del empleo... y el de las manos limpias... y...) y se comprometió a convertir a México en uno de los países más visitados (por el hampa) del mundo. Sin lugar a dudas que el choro oficial suena magnífico, aunque para convertir a nuestro país en una de las 150 maravillas del planeta, es necesario que se respete el Estado de Derecho y dar, básicamente, toda la confianza al capital extranjero que invierte una fortuna en diversos desarrollos, planes y/o negocios. ¿De qué le rayos le hablo?
Hace algunos meses que se viene atropellando por unas lacritas amarillas (los típicos prietitos en el arroz, o mejor aún, the enemies of the yellow fun) en Baja California Sur, a los dueños de Palmilla San José Inmobiliaria (PSJI) –que tiene su consejo en Arabia Saudita— por la desmedida ambición del gobernador Agundez y de su alcalde de Los Cabos, Luis Armando Díaz, que, en absoluta complicidad, andan entusiasmados con la travesura de despojarlos de unos terrenos ganados al mar, que, aunque usted no lo crea, les fueron vendidos conforme a la ley por la Semarnat. El abuso no ha tenido, para decirlo con franqueza, madre. Y no tardan las peligrosas consecuencias.
El pasado 27 de febrero, en una divertida sesión del consejo de la Cámara Nacional de Comercio de Arabia Saudita, nuestro iluso embajador mexicano, Raúl López Lira, hizo una de esas presentaciones estupendas sobre las oportunidades de inversión en México y, al concluirla, tomó la palabra el señor Bin Mahfous. ¿Quién es ese jicotillo, preguntará usted?
Propietario de los tres bancos más importantes de la región, inversionista billonario en áreas inmobiliarias en Europa y EU y desarrollador de PSJI... en Los Cabos. En fin.
Bin, mi estimado, explicó con lujo de detalles los excesos, abusos e ilegalidades que está padeciendo por las, hoy, internacionales lacritas amarillas ante las caras estupefactas de los presentes (ya ni hablar de la sonrisa congelada de nuestro diplomático mexicano) al escuchar el caso digno de un país bananero. Siga leyendo que se pone mejor.
El respaldo de esa simpática comunidad financiera saudita no se hizo esperar y con la pena, pero le informaron al inquieto embajador mexicano que bajo esas condiciones y de no resolverse el delicado asunto... no habrá inversiones sauditas en México. Lo que sí habrá —y de a madre– es una amena campaña en diversos medios extranjeros para señalar la arbitrariedad y el acoso contra las inversiones privadas.
Esto dañará irremediablemente, ya no digamos a esos inauditos perredistas, sino la imagen de Felipe Calderón, quien no ha tomado cartas en el asunto (quizá la SRE, su canciller Espinosa y el inner circle juegan al Tío Lolo), y para cuando lleguen los tubazos internacionales en medios financieros, la divertida crisis será de un altísimo costo. ¿Por qué? Simple.
Este régimen con tanto frente abierto ha demostrado ser reactivo y no preventivo. Y ello, my friend, a 120 días de comienzo es una muy, pero muy mala señal. Porque con el cúmulo de acontecimientos que vendrán en cadena, sencillamente no se la van a acabar...
gomezalce@aol.com
• Y siguen los tubazos mexicanos dando...
• Inversionistas distantes
Lo importante, mi estimado, es convertir la pasión... en carácter. La simpática ola de declaraciones alrededor del papel que ha jugado el gobierno de Estados Unidos en su compromiso de ayudar a México en el combate al organizado crimen, primero con nuestro embajador en Washington, Arturo Sarukhán, y ayer con las del procurador, Eduardo Medina Mora, demuestran que hay entretenida agenda en la relación bilateral.
Ambos funcionarios, my friend, siguen poniendo, atractivamente, el dedo en la llaga de los norteamericanos. No deja de ser una ocurrente (¿y suicida?) estrategia la de andar fustigando a nuestros vecinos en blanco y negro en el balcón mediático. Porque tarde o temprano vendrá la entretenida respuesta, pues.
Y mientras Calderón sigue con su discursillo ese de su lucha sin cuartel contra el narcotráfico mientras en la realidad aumenta el número de ejecuciones pese a Operativos whatever y despliegues descomunales, no dejan de ser extraños botones en la mercería calderonista, el abismal contraste y la delicada contradicción, entre lo que se dice y lo que se hace. Un microscópico ejemplo. ¿Listo? Ahí le va.
Felipe afirmó ayer, en la 62 Asamblea de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido, que la nación no puede buscar el desarrollo con base en la ilegalidad. Después, en otro evento desde la sitiada, perdón, serena ciudad de Acapulco, Guerrero, aseveró que su sexenio será el del turismo (y el de la infraestructura... y el del empleo... y el de las manos limpias... y...) y se comprometió a convertir a México en uno de los países más visitados (por el hampa) del mundo. Sin lugar a dudas que el choro oficial suena magnífico, aunque para convertir a nuestro país en una de las 150 maravillas del planeta, es necesario que se respete el Estado de Derecho y dar, básicamente, toda la confianza al capital extranjero que invierte una fortuna en diversos desarrollos, planes y/o negocios. ¿De qué le rayos le hablo?
Hace algunos meses que se viene atropellando por unas lacritas amarillas (los típicos prietitos en el arroz, o mejor aún, the enemies of the yellow fun) en Baja California Sur, a los dueños de Palmilla San José Inmobiliaria (PSJI) –que tiene su consejo en Arabia Saudita— por la desmedida ambición del gobernador Agundez y de su alcalde de Los Cabos, Luis Armando Díaz, que, en absoluta complicidad, andan entusiasmados con la travesura de despojarlos de unos terrenos ganados al mar, que, aunque usted no lo crea, les fueron vendidos conforme a la ley por la Semarnat. El abuso no ha tenido, para decirlo con franqueza, madre. Y no tardan las peligrosas consecuencias.
El pasado 27 de febrero, en una divertida sesión del consejo de la Cámara Nacional de Comercio de Arabia Saudita, nuestro iluso embajador mexicano, Raúl López Lira, hizo una de esas presentaciones estupendas sobre las oportunidades de inversión en México y, al concluirla, tomó la palabra el señor Bin Mahfous. ¿Quién es ese jicotillo, preguntará usted?
Propietario de los tres bancos más importantes de la región, inversionista billonario en áreas inmobiliarias en Europa y EU y desarrollador de PSJI... en Los Cabos. En fin.
Bin, mi estimado, explicó con lujo de detalles los excesos, abusos e ilegalidades que está padeciendo por las, hoy, internacionales lacritas amarillas ante las caras estupefactas de los presentes (ya ni hablar de la sonrisa congelada de nuestro diplomático mexicano) al escuchar el caso digno de un país bananero. Siga leyendo que se pone mejor.
El respaldo de esa simpática comunidad financiera saudita no se hizo esperar y con la pena, pero le informaron al inquieto embajador mexicano que bajo esas condiciones y de no resolverse el delicado asunto... no habrá inversiones sauditas en México. Lo que sí habrá —y de a madre– es una amena campaña en diversos medios extranjeros para señalar la arbitrariedad y el acoso contra las inversiones privadas.
Esto dañará irremediablemente, ya no digamos a esos inauditos perredistas, sino la imagen de Felipe Calderón, quien no ha tomado cartas en el asunto (quizá la SRE, su canciller Espinosa y el inner circle juegan al Tío Lolo), y para cuando lleguen los tubazos internacionales en medios financieros, la divertida crisis será de un altísimo costo. ¿Por qué? Simple.
Este régimen con tanto frente abierto ha demostrado ser reactivo y no preventivo. Y ello, my friend, a 120 días de comienzo es una muy, pero muy mala señal. Porque con el cúmulo de acontecimientos que vendrán en cadena, sencillamente no se la van a acabar...
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