Miguel Ángel Granados Chapa
Aunque algunos elementos del caso Zhenli Ye Gon parecen totalmente inverosímiles, otros demuestran que el ingrediente más importante de esta trama de ficción es la complicidad de las autoridades, que han respondido tarde y forzadamente las interrogantes de la opinión pública. Los millones de dólares encontrados en las Lomas de Chapultepec ya son parte del erario público mediante un artificio realizado para evitar el bochorno de regresar el considerable monto a su dueño, recién pedido en extradición a EU
(20 julio 2007).- Al recordar Las tribulaciones de un chino en China, novela de Julio Verne escrita en 1879, pensé en que acaso fuera necesario que alguien narrara las de un chino en México. Pero eso estaba ya ocurriendo, pues el propio Zhenli Ye Gon lo ha hecho en un manuscrito de su autoría puesto a circular por sus abogados de Nueva York, los mismos que anteayer lo pusieron al habla con la prensa desde un sitio ignorado en los Estados Unidos. Pero, en una táctica muy obvia, dentro de su estrategia de crear confusión en su provecho, el empresario chino naturalizado mexicano ha hecho que sus representantes en aquel país nieguen que él escribió esa carta, de semejante manera a la actitud de su abogado en México, que negó que su defensor autorizara la inicial comunicación del hombre puesto en cuestión por el menudo detalle de haber sido hallados en su domicilio más de 200 millones de dólares en efectivo.
Aunque en los escritos y las intervenciones orales de Zhenli Ye Gon hay muchos elementos fantasiosos, inverosímiles, hay otros que parecen relatar hechos ciertos. No nos fatiguemos, sin embargo, tratando de discernir cuándo miente y cuándo dice la verdad. Será más útil que tratemos de examinar los hechos inequívocos que constituyen la trama del caso policiaco más importante de nuestro país en toda su historia. Sus componentes verídicos o verificables tienen valor ministerial pero son al mismo tiempo materia prima para autores como Juan Hernández Luna, triunfador en la Semana Negra de Guijón.
Es el caso de un joven llegado de China a México en 1990, con medios de fortuna, no un migrante de vida precaria y desventurada que padece su exilio, sino un joven emprendedor que en pocos años constituye un negocio que gana presencia, no sé si reputación, en la industria farmacéutica. Estuvo en situación de probar que contaba con un medio honesto de vida cuando pasó de una a otra categoría migratoria hasta que a fines de 2002 se le expidió su carta de naturalización, que en marzo de 2003 le fue entregada personalmente por el presidente Fox, escogido para ese propósito entre más de mil personas que dejaron atrás su extranjería para convertirse en mexicanos.
Ya entonces, según las cuentas posibles ahora, había pasado al doble negocio de importar materias primas para la industria farmacéutica legal, establecida, y también para los productores de drogas prohibidas de diseño, ya que materiales como la seudoefedrina sirven para ambos propósitos. A efecto de controlar su uso legítimo y minimizar su desvío al de naturaleza criminal, internacionalmente están fijadas reglas de operación que demandan registros puntuales sobre el origen y destino del comercio de químicos esenciales y precursores químicos. Para llegar a ser un magnate en esa doble tesitura, Zhenli Ye Gon tuvo necesariamente que establecer una red de complicidades en las oficinas vinculadas con los registros y el ingreso físico de esos materiales, así como con la autoridad fiscal. Esa trama en que se ataron lazos entre el empresario y funcionarios de la Comisión Federal para la Prevención del Riesgo Sanitario, la Dirección General de Aduanas y el Servicio de Administración Tributaria, por lo menos, explica la demora con que se iniciaron averiguaciones ministeriales sobre el importador de químicos. Asombra saber que ya en septiembre y octubre del año pasado el empresario era extorsionado por agentes federales de investigación, enterados de que se le seguían los pasos y sin embargo sólo hasta marzo la averiguación se condensara hasta descubrir la fortuna en billetes que, inexplicablemente, se acumuló en una casa de las Lomas de Chapultepec. Sobra decir que el dueño de la casa, y presuntamente del dinero también, se había puesto a salvo mucho tiempo atrás. Asombra también comprobar que, no obstante que ese colosal hallazgo se produjo hace cuatro meses, sólo la semana pasada se haya presentado solicitud de extradición al gobierno norteamericano.
Igualmente ha asombrado el trasiego de las pacas de dólares. Se entendió que la Procuraduría General de la República las depositara en el Banco Nacional del Ejército, Fuerza Aérea y la Armada mientras se decidía su situación jurídica, pues ya se sabe que los bienes asegurados a los presuntos delincuentes no son decomisados, es decir no quedan en poder del Estado mediante un acto soberano automático, sino que se requiere determinar judicialmente el estatus de esos bienes. Sin explicación convincente (ofrecida siempre a destiempo, de modo forzado) el dinero quedó depositado en el Bank of America y se dice que ha vuelto a México, ahora a las bóvedas del banco central. Para evitarse un desenlace anticlimático de tener que devolver esa maravillosa suma a su tenedor (como no es infrecuente ni extraño que ocurra en procesos contra la delincuencia organizada) el gobierno mexicano acudió a un subterfugio procesal. Instado Zhenli Ye Gon en abril a que se manifestara en torno de esos caudales, ante el silencio obligado del prófugo transcurrió el lapso que permite decir jurídicamente que esos bienes fueron abandonados en provecho del Estado mexicano, según se hizo constar en el Diario Oficial anteayer miércoles.
Sobrepuesta a esos hechos ciertos que revelan complicidades entre delincuentes y funcionarios, apareció la denuncia del principal afectado sobre el origen político de ese dinero. En realidad procede del partido del gobierno, ha dicho el empresario naturalizado mexicano. Sabremos si es un cuento.
Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com
Aunque algunos elementos del caso Zhenli Ye Gon parecen totalmente inverosímiles, otros demuestran que el ingrediente más importante de esta trama de ficción es la complicidad de las autoridades, que han respondido tarde y forzadamente las interrogantes de la opinión pública. Los millones de dólares encontrados en las Lomas de Chapultepec ya son parte del erario público mediante un artificio realizado para evitar el bochorno de regresar el considerable monto a su dueño, recién pedido en extradición a EU
(20 julio 2007).- Al recordar Las tribulaciones de un chino en China, novela de Julio Verne escrita en 1879, pensé en que acaso fuera necesario que alguien narrara las de un chino en México. Pero eso estaba ya ocurriendo, pues el propio Zhenli Ye Gon lo ha hecho en un manuscrito de su autoría puesto a circular por sus abogados de Nueva York, los mismos que anteayer lo pusieron al habla con la prensa desde un sitio ignorado en los Estados Unidos. Pero, en una táctica muy obvia, dentro de su estrategia de crear confusión en su provecho, el empresario chino naturalizado mexicano ha hecho que sus representantes en aquel país nieguen que él escribió esa carta, de semejante manera a la actitud de su abogado en México, que negó que su defensor autorizara la inicial comunicación del hombre puesto en cuestión por el menudo detalle de haber sido hallados en su domicilio más de 200 millones de dólares en efectivo.
Aunque en los escritos y las intervenciones orales de Zhenli Ye Gon hay muchos elementos fantasiosos, inverosímiles, hay otros que parecen relatar hechos ciertos. No nos fatiguemos, sin embargo, tratando de discernir cuándo miente y cuándo dice la verdad. Será más útil que tratemos de examinar los hechos inequívocos que constituyen la trama del caso policiaco más importante de nuestro país en toda su historia. Sus componentes verídicos o verificables tienen valor ministerial pero son al mismo tiempo materia prima para autores como Juan Hernández Luna, triunfador en la Semana Negra de Guijón.
Es el caso de un joven llegado de China a México en 1990, con medios de fortuna, no un migrante de vida precaria y desventurada que padece su exilio, sino un joven emprendedor que en pocos años constituye un negocio que gana presencia, no sé si reputación, en la industria farmacéutica. Estuvo en situación de probar que contaba con un medio honesto de vida cuando pasó de una a otra categoría migratoria hasta que a fines de 2002 se le expidió su carta de naturalización, que en marzo de 2003 le fue entregada personalmente por el presidente Fox, escogido para ese propósito entre más de mil personas que dejaron atrás su extranjería para convertirse en mexicanos.
Ya entonces, según las cuentas posibles ahora, había pasado al doble negocio de importar materias primas para la industria farmacéutica legal, establecida, y también para los productores de drogas prohibidas de diseño, ya que materiales como la seudoefedrina sirven para ambos propósitos. A efecto de controlar su uso legítimo y minimizar su desvío al de naturaleza criminal, internacionalmente están fijadas reglas de operación que demandan registros puntuales sobre el origen y destino del comercio de químicos esenciales y precursores químicos. Para llegar a ser un magnate en esa doble tesitura, Zhenli Ye Gon tuvo necesariamente que establecer una red de complicidades en las oficinas vinculadas con los registros y el ingreso físico de esos materiales, así como con la autoridad fiscal. Esa trama en que se ataron lazos entre el empresario y funcionarios de la Comisión Federal para la Prevención del Riesgo Sanitario, la Dirección General de Aduanas y el Servicio de Administración Tributaria, por lo menos, explica la demora con que se iniciaron averiguaciones ministeriales sobre el importador de químicos. Asombra saber que ya en septiembre y octubre del año pasado el empresario era extorsionado por agentes federales de investigación, enterados de que se le seguían los pasos y sin embargo sólo hasta marzo la averiguación se condensara hasta descubrir la fortuna en billetes que, inexplicablemente, se acumuló en una casa de las Lomas de Chapultepec. Sobra decir que el dueño de la casa, y presuntamente del dinero también, se había puesto a salvo mucho tiempo atrás. Asombra también comprobar que, no obstante que ese colosal hallazgo se produjo hace cuatro meses, sólo la semana pasada se haya presentado solicitud de extradición al gobierno norteamericano.
Igualmente ha asombrado el trasiego de las pacas de dólares. Se entendió que la Procuraduría General de la República las depositara en el Banco Nacional del Ejército, Fuerza Aérea y la Armada mientras se decidía su situación jurídica, pues ya se sabe que los bienes asegurados a los presuntos delincuentes no son decomisados, es decir no quedan en poder del Estado mediante un acto soberano automático, sino que se requiere determinar judicialmente el estatus de esos bienes. Sin explicación convincente (ofrecida siempre a destiempo, de modo forzado) el dinero quedó depositado en el Bank of America y se dice que ha vuelto a México, ahora a las bóvedas del banco central. Para evitarse un desenlace anticlimático de tener que devolver esa maravillosa suma a su tenedor (como no es infrecuente ni extraño que ocurra en procesos contra la delincuencia organizada) el gobierno mexicano acudió a un subterfugio procesal. Instado Zhenli Ye Gon en abril a que se manifestara en torno de esos caudales, ante el silencio obligado del prófugo transcurrió el lapso que permite decir jurídicamente que esos bienes fueron abandonados en provecho del Estado mexicano, según se hizo constar en el Diario Oficial anteayer miércoles.
Sobrepuesta a esos hechos ciertos que revelan complicidades entre delincuentes y funcionarios, apareció la denuncia del principal afectado sobre el origen político de ese dinero. En realidad procede del partido del gobierno, ha dicho el empresario naturalizado mexicano. Sabremos si es un cuento.
Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com
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