Por Eduardo Ibarra Aguirre
Sostienen los políticamente correctos que si le va mal al presidente de la República, también le va mal a México.
Me temo que no es exacta la fórmula. Más bien sirve para justificar apoyos al que debiera ser percibido como el empleado número uno del país. También para dejar libre la conciencia de cargas inquietantes o de plano vergonzantes. Cargas que sexenalmente se liberan, como hacen ahora quienes llevaron con sus decisivos recursos económicos o sus votos (in)útiles a Vicente Fox Quesada a Los Pinos.
Felipe de Jesús Calderón Hinojosa apenas va cubrir los primeros 100 días de gobierno --aunque él siente que transcurrieron siete años-- y ya cosechó su primer y rotundo fracaso en materia de seguridad pública.
Para la inmensa mayoría de los mexicanos que ni remotamente estamos en condiciones de erogar en seguridad privada, es de lamentarse un revés en esta vital materia. Mas era previsible.
Hacer del combate al narcotráfico y el crimen organizado el camino más idóneo –como dice Carlos María Abascal Carranza respecto al candidato presidencial-- para conquistar la legitimidad que para un tercio del electorado no se ganó en la urnas, además de perverso era condenar un loable propósito que se empataba con las necesidades nacionales y subordinarlo a los estrechos intereses del relativamente nuevo grupo gobernante.
En este tema se observa en forma clara que las políticas y los proyectos no por ser presidenciales, necesariamente se corresponden con los intereses y las necesidades nacionales, como toscamente pregonan los locutores e intelectuales orgánicos de Emilio Azcárraga Jean , de los 14 magnates que preside en el Consejo de Administración de Televisa y de Ricardo Salinas Pliego .
Desde el 1 de diciembre, Calderón Hinojosa anunció un aumento sustancial en los haberes y prestaciones para el Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina para frenar las 100 mil deserciones de los 300 mil integrantes de las fuerzas armadas durante gobierno de Fox Quesada . Transcurrieron tres meses para que la palabra empeñada tuviera valor.
Enseguida giró instrucciones , como se dice en la jerga burocrática sólo que Calderón se llena la boca al enunciarlo, como lo hizo en el campo militar de San Miguel de los Jagüeyes, estado de México, para que 7 mil 500 soldados y 2 mil 500 marinos se sumaran a la Policía Federal Preventiva. Meses después sólo se han incorporado 700 soldados y 65 marinos.
El divisionario Guillermo Galván Galván , quien sin tener la menor atribución legal pretendió dejar fuera de toda duda la legitimidad presidencial de su comandante en jefe, y el almirante Mariano Francisco Saynez Mendoza no están dispuestos a transferir tantos elementos de sus filas. Menos cuando la curva descendente aún no aparece en las deserciones castrenses.
Con estas decisiones que más bien parecen golpes publicitarios de un gobierno que, como el de la pareja presidencial , persiste en gobernar a través de los medios electrónicos, el michoacano choca de frente con la realidad del narcotráfico y el crimen organizado desbordados, con el baño de sangre que atormenta al país, a pesar de que la mitad del Ejército está desplegado en las calles y carreteras de ocho entidades federativas.
Y si a todo lo anterior se suma la estrecha visión predominante que excluye los factores socioeconómicos del problema, la falta de coordinación de las dependencias federales encargadas de las acciones, el protagonismo del secretario Genaro García Luna y la confrontación con el procurador Eduardo Medina Mora , piezas policiacas y del espionaje del foxismo, el cuadro es más que dramático, trágico.
La tragicomedia llega al punto que ahora la Policía Federal Preventiva pretende reclutar a sus nuevos elementos en la Universidad Nacional Autónoma de México, la que ocupó el 5-6 de febrero de 2000.
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