Marcela Gómez Zalce
• Marcelo y el aplausómetro
• Choque de trenes...
Para José Gutiérrez Vivó y Monitor
con cariño y solidaridad
La revolución del pensamiento, mi estimado, precede casi siempre a la de las armas. Un año ha transcurrido desde aquella jornada electoral que dejó a México con un pésimo sabor de boca y a millones en la frontera de la suspicacia sobre la limpieza y transparencia de los comicios presidenciales más controvertidos y desaseados de los últimos años.
El original cochinero tirado por exceso de granitos de arena amontonados está todavía vigente en las causas del movimiento social encabezado por Andrés Manuel López Obrador quien ayer, a un año de distancia, volvió (ni modo) a llenar el Zócalo capitalino y sus calles aledañas de simpatizantes que coreaban divertidas consignas de ¡No estás solo!
El simpático tabasqueño my friend, a quien muchos desean desaparecer del mapa, está vivito, coleando y, tome nota, enviando fuertes señales de endurecimiento en su sugestivo discurso.
En un día soleado que bañaba la plancha capitalina y un templete repleto de personajes de la política, el llamado FAP consolidó su seductora alianza con la avasalladora figura que sigue siendo, pese a la ocurrente histeria de unos cuantos, el centro y epicentro de atracción popular. López Obrador llenó el Zócalo de verdades completas acerca del auténtico peligro para México: un gobierno rico y un pueblo pobre.
La voz firme y decidida del ex abanderado presidencial punzaba al expresar que el país vive el despertar de las conciencias de millones de mexicanos que, ayer se demostró, respaldan un movimiento que dista de ser efímero, pasajero o un simple capricho.
El fantasma de esa estrategia del miedo, odio y crispación, aceptada desparpajadamente en un distintivo discurso de Felipe Calderón el pasado jueves en el marco de la visita del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, volvió a rondar ayer develando que las heridas, a 12 meses de aquel 2 de julio siguen abiertas y... sangrando. El proceso de cicatrización y conciliación nacional que debió encabezar el inquilino de Los Pinos por el escaso margen en los manoseados números, es inexistente por la nula voluntad política y la inmensa dosis de soberbia que, como el cerco policiaco-militar, distingue a este frágil gobierno.
Y que como en los mejores tiempos del foxismo querido lector, repite los mismos errores en su táctica de comunicación y de golpeteo terrorista contra el adversario que está de moda y quien ayer se llevó un sonoro aplauso de reconocimiento en una plancha capitalina hasta la madre. Su nombre: Marcelo Ebrard.
El jefe de Gobierno, cuidando las formas (y el fondo), estuvo presente para salir junto con Andrés Manuel prescindiendo de estridentes declaraciones. El entendimiento entre esta divertida parejita es absoluto y total así que no se me vaya con la finta. Sobre todo en estos tiempos donde se pretende sembrar dudas y veneno en un movimiento que unos meses my friend, tome nuevamente nota, será una pesadilla. ¿Por qué? Le doy un cándido botón.
Hace algunos días, en una de esas entretenidas cenas en casa de conocidos y traviesos personajes, Emilio Gamboa ponía el dedo en la llaga al exponerle a un secretario de Estado actual, que debían seguirle la pista muy de cerca a un López Obrador a quien tarde o temprano habría que darle su doble ración de flit antes de atestiguar, nuevamente, la secuela de un delicado e incómodo epicentro que sería imposible de... volver... a... reventar...
La alarma tricolor tiene fundamento, porque más allá de simpatías y/o fobias amarillas, el hecho es que Andrés Manuel ha visitado 530 municipios y su meta en diciembre del 2008 es contar con un movimiento sólido de alrededor de cinco millones de representantes comprometidos a lograr el cambio, tan necesario para México, delineado de abajo hacia arriba. La izquierda que encabeza el tabasqueño no será legitimadora de las iniciativas impulsadas por Felipe Calderón y ayer dijo nuevamente no a la reforma fiscal... que por si fuera poco, hace agua al interior del barco azul.
El panorama político de este endeble régimen se antoja mucho más complicado mientras sus ánimos calientan motores ante la notoria ausencia de (neuronas) señales cordiales que, un año después, encarrilan de nuevo sus fuerzas al camino de la confrontación, intolerancia e intransigencia que pretenderá my friend, darle la estocada final a la salud de la República... con todo y que ayer desde un atiborrado Zócalo notificaron que para evitar esto se tomarán las... medidas... que sean... necesarias.
O sea, ahí vienen ambos proyectos, cual tren bala circulando en la misma vía pero... desde lados opuestos.
• Marcelo y el aplausómetro
• Choque de trenes...
Para José Gutiérrez Vivó y Monitor
con cariño y solidaridad
La revolución del pensamiento, mi estimado, precede casi siempre a la de las armas. Un año ha transcurrido desde aquella jornada electoral que dejó a México con un pésimo sabor de boca y a millones en la frontera de la suspicacia sobre la limpieza y transparencia de los comicios presidenciales más controvertidos y desaseados de los últimos años.
El original cochinero tirado por exceso de granitos de arena amontonados está todavía vigente en las causas del movimiento social encabezado por Andrés Manuel López Obrador quien ayer, a un año de distancia, volvió (ni modo) a llenar el Zócalo capitalino y sus calles aledañas de simpatizantes que coreaban divertidas consignas de ¡No estás solo!
El simpático tabasqueño my friend, a quien muchos desean desaparecer del mapa, está vivito, coleando y, tome nota, enviando fuertes señales de endurecimiento en su sugestivo discurso.
En un día soleado que bañaba la plancha capitalina y un templete repleto de personajes de la política, el llamado FAP consolidó su seductora alianza con la avasalladora figura que sigue siendo, pese a la ocurrente histeria de unos cuantos, el centro y epicentro de atracción popular. López Obrador llenó el Zócalo de verdades completas acerca del auténtico peligro para México: un gobierno rico y un pueblo pobre.
La voz firme y decidida del ex abanderado presidencial punzaba al expresar que el país vive el despertar de las conciencias de millones de mexicanos que, ayer se demostró, respaldan un movimiento que dista de ser efímero, pasajero o un simple capricho.
El fantasma de esa estrategia del miedo, odio y crispación, aceptada desparpajadamente en un distintivo discurso de Felipe Calderón el pasado jueves en el marco de la visita del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, volvió a rondar ayer develando que las heridas, a 12 meses de aquel 2 de julio siguen abiertas y... sangrando. El proceso de cicatrización y conciliación nacional que debió encabezar el inquilino de Los Pinos por el escaso margen en los manoseados números, es inexistente por la nula voluntad política y la inmensa dosis de soberbia que, como el cerco policiaco-militar, distingue a este frágil gobierno.
Y que como en los mejores tiempos del foxismo querido lector, repite los mismos errores en su táctica de comunicación y de golpeteo terrorista contra el adversario que está de moda y quien ayer se llevó un sonoro aplauso de reconocimiento en una plancha capitalina hasta la madre. Su nombre: Marcelo Ebrard.
El jefe de Gobierno, cuidando las formas (y el fondo), estuvo presente para salir junto con Andrés Manuel prescindiendo de estridentes declaraciones. El entendimiento entre esta divertida parejita es absoluto y total así que no se me vaya con la finta. Sobre todo en estos tiempos donde se pretende sembrar dudas y veneno en un movimiento que unos meses my friend, tome nuevamente nota, será una pesadilla. ¿Por qué? Le doy un cándido botón.
Hace algunos días, en una de esas entretenidas cenas en casa de conocidos y traviesos personajes, Emilio Gamboa ponía el dedo en la llaga al exponerle a un secretario de Estado actual, que debían seguirle la pista muy de cerca a un López Obrador a quien tarde o temprano habría que darle su doble ración de flit antes de atestiguar, nuevamente, la secuela de un delicado e incómodo epicentro que sería imposible de... volver... a... reventar...
La alarma tricolor tiene fundamento, porque más allá de simpatías y/o fobias amarillas, el hecho es que Andrés Manuel ha visitado 530 municipios y su meta en diciembre del 2008 es contar con un movimiento sólido de alrededor de cinco millones de representantes comprometidos a lograr el cambio, tan necesario para México, delineado de abajo hacia arriba. La izquierda que encabeza el tabasqueño no será legitimadora de las iniciativas impulsadas por Felipe Calderón y ayer dijo nuevamente no a la reforma fiscal... que por si fuera poco, hace agua al interior del barco azul.
El panorama político de este endeble régimen se antoja mucho más complicado mientras sus ánimos calientan motores ante la notoria ausencia de (neuronas) señales cordiales que, un año después, encarrilan de nuevo sus fuerzas al camino de la confrontación, intolerancia e intransigencia que pretenderá my friend, darle la estocada final a la salud de la República... con todo y que ayer desde un atiborrado Zócalo notificaron que para evitar esto se tomarán las... medidas... que sean... necesarias.
O sea, ahí vienen ambos proyectos, cual tren bala circulando en la misma vía pero... desde lados opuestos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario