VIII. Diálogo Nacional sobre la Seguridad
- Perdóneme la interrupción, señor Presidente –dijo el Procurador, acercándose a él-, pero, si usted y Daniel están de acuerdo, sería mejor que continuásemos en un cuarto aislado, sin micrófonos ni cámaras, que tenemos al final del pasillo. Si lo que dice esta mujer es verdad, podríamos estar más seguros allí…
El Jefe del Estado Mexicano asintió y todos abandonaron el cubículo con vidrios especiales de observación al interior. El Procurador salió por delante, indicando a uno de sus guardaespaldas que los guiara al nuevo sitio y se dirigió a otro de los suyos para darle instrucciones privadas y especiales en torno a la seguridad…
De pronto, como en un sueño surrealista, como en un realismo cuántico, el universo en ese pasillo se bifurcó, se dislocó, se bidimensionó… Andrés Manuel y Deyanira por una parte: Silencio. Sabiduría. Absoluta Paz. Fuego Nuevo. Un Sol Abraszador… El resto de las personas en el edificio por la otra parte: Ruido. Pasos. Explosiones. Gritos. Humo. Disparos. Oscuridad…
Ellos veían e incluso experimentaban todo lo que sucedía a su alrededor, pero como si no estuviesen allí, como si los dramáticos acontecimientos le ocurrieran a otras personas, en otro tiempo y en un lejanísimo lugar… Eran testigos, más que protagonistas… Analizaban y reflexionaban una Historia que sucedía ahora, y, al mismo tiempo, una Historia que había sucedido ya, en un espacio-proceso eterno e intemporal… Cámara hiperlenta… Cuadros casi detenidos que podían observarse en perfecto detalle… Horas transcurriendo en centésimas de segundo… Y, sobre todo, una Conciencia serena y poderosa que, sin modificar los hechos, podía percibirlos y reflexionarlos con el tiempo suficiente y en su justa dimensión…
Armas en varias manos. También en la mano derecha del Procurador… Lentes especiales de visión nocturna en dos agentes de seguridad. ¡También sobre los ojos del Procurador!... ¿Por qué? ¿Por qué él? ¡Sólo había una explicación: el ataque que estaba sucediendo había sido planeado por él!...
El Lic. Jaime Martínez, del Partido Revolucionario Institucional –pensó Andrés Manuel en esas larguísimas fracciones de segundo-, había sido "invitado por él" a ese cargo tan importante tras un proceso de diálogo y toma de decisiones por parte de todos los partidos y de toda la Nación en torno al tema de la Seguridad. Frida Irene, su Secretaria de Relaciones Interiores, había dirigido este proceso junto con él, y estaba muy satisfecho de todo lo conseguido pues por primera vez se tenía la unidad suficiente para enfrentar a la delincuencia, al narcotráfico y al crimen organizado… Una primera etapa, larga y difícil pero sólida y fecunda, había sido la comprensión unánime de todos los participantes de que la verdadera Seguridad en México dependía principalmente de tres factores: 1) de un combate frontal contra la pobreza y la desigualdad, 2) de una guerra firme y decidida contra la falta de oportunidades educativas y 3) de una lucha sin cuartel contra la falta de empleo digno y bien remunerado…
Todos los representantes de los partidos sentados en la mesa de este Diálogo Nacional sobre la Seguridad (con el involucramiento de medios de comunicación, analistas y ciudadanos a quienes se permitía participar y opinar) habían logrado coincidir en que no eran, de inicio, lo más importante el gasto en armamento o en equipo, ni la alta y costosa tecnología de vigilancia y espionaje. Por lo menos no era lo más importante en que habían de utilizarse los recursos del Gobierno. Y sin embargo se tomaron medidas al respecto que estaban comenzando a mostrar su eficacia y que dependían directamente de la Secretaría de Justicia y Seguridad y de la Procuraduría General de la República. Por ejemplo, se empezaron a captar recursos no gubernamentales con el diálogo y convencimiento de los grupos empresariales más importantes del país y que a final de cuentas serían los más beneficiados con una policía bien equipada, adiestrada y con alto respaldo tecnológico para combatir la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado… ¿Quiénes eran realmente los objetivos del robo, el secuestro, el crimen organizado? Ellos. Los grandes y medianos empresarios. ¿Cuál era realmente el mercado del narcomenudeo y del narcomayoreo? Los hijos de los hombres y mujeres más adinerados del país. Sus hijos… Era complicado y ríspido este diálogo. Algunos grupos preferían utilizar su dinero en arreciar sus ataques contra el Nuevo Gobierno. Pero la cordura, la Nueva Ética Política y la unidad de todos los partidos se habían ido imponiendo y recursos muy importantes que administraban, vigilaban y auditaban los mismos empresarios estaban fluyendo a favor de una mejor policía y, sobre todo, a favor de la seguridad de todos los mexicanos…
Igualmente se había logrado coincidir en que tampoco era lo prioritario hacer leyes más estrictas, ni castigar más severamente a la delincuencia, ni la militarización de pueblos y ciudades. En otros países se había demostrado que esto no producía el resultado deseado. Que incluso provocaba más radicalidad en las actitudes sociopáticas, más dolor para todos y un ambiente de mayor incertidumbre, miedo e inseguridad… Fue en este asunto central de reflexión nacional sobre la seguridad donde se dio tal vez el paso más trascendente y el que más profundamente estaba tocando y sanando de raíz el problema de la Inseguridad en México: La Educación básica, media y superior, la de más alta calidad en México, la de sus mejores Escuelas y Universidades públicas y privadas, entró a las cárceles y centros de rehabilitación y entró a los cuarteles militares y policíacos a comenzar y a sostener un proceso de transformación en ideas y en valores y en la capacitación para el trabajo, la sana convivencia social y la verdadera felicidad… Al principio, sonaba utópica esta decisión y de muy difícil ejecución, pero el tiempo estaba demostrando su eficacia y dando resultados muy satisfactorios para los propios reclusos, soldados y policías y con altos beneficios a favor de la seguridad de todos los mexicanos…
Sí. El Plan Nacional de Seguridad estaba en marcha y hasta los críticos más exigentes se estaban convenciendo de su enorme importancia y trascendencia. Pero él y la Dra. Fernández habían tenido que pagar un precio importante para lograr sumar al PRI y conseguir la unidad deseada: "Es de estricta justicia para los priístas militantes que Martínez Millán sea el Nuevo Procurador de la República, y sobre eso no cederemos. Tienen que darnos un voto de confianza –había señalado categórico el Presidente de su Partido-. Confiamos en las decisiones que se han venido tomando. Pero sólo las firmaremos y respaldaremos si nos permiten ser realmente partícipes de esta Nueva Etapa en la lucha por la Seguridad plena de todos los mexicanos. Con Martínez Millán todo. Sin Martínez Millán nada"… El "sexto sentido político" de Andrés Manuel, junto a su recientemente ampliado sentido espiritual, le decían claramente que Jaime, como Procurador, no sería una buena decisión. Frida Irene coincidía con su desconfianza. Pero tuvo que ceder cuando los presidentes de todos los partidos, incluyendo al suyo, se lo pidieron directamente… Antes de destrabar el diálogo e iniciar lo que también poco tiempo después empezó a llamarse "el milagro mexicano en materia de Seguridad", él, como Presidente, había logrado negociar suficientes "candados" para que las políticas básicas de su Gobierno y del Plan Nacional de Seguridad no fuesen obstaculizadas o revertidas a través del enorme poder que le conferiría al Lic. Martínez su nuevo cargo. Uno de estos "contrapesos" había sido el nombramiento del Dr. Daniel, su compañero de luchas e ideales por muchos años, como el Secretario de Justicia y Seguridad, y que tenía jerárquicamente toda la autoridad posible sobre los funcionarios públicos en el Área Judicial… Juntos, Daniel y él, habían logrado controlar bastante bien los excesos "justicieros", represivos y punitivos del Procurador cuyas políticas de "mano dura" contrastaban con las políticas abiertas, tolerantes e incluyentes del Nuevo Gobierno… Sí. Mano dura sin duda. Pero jamás imaginó que también mano criminal. Mano… ¡magnicida!... ahora que veía, en ese universo alternativo de tiempo y reflexión discrecional, el arma del Procurador dirigiéndose hacia él…
(Esta Historia Verdadera continuará…)
Álvaro de Nanahuatzin, ciudadano de la IV República
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