Tomado de Milenio Diario
Gerardo Fernández Noroña tenía todo preparado, pero sabía que sus tácticas podían cambiar de un momento a otro, aunque no el motivo central, y ayer ocurrió: su compañera de partido y ex pareja Marta Angélica Ojeda estacionó su auto durante tres minutos sobre Benjamín Franklin, frente a las oficinas del PRD, pero llegó una grúa y, en un santiamén, se lo llevó. La mujer salió corriendo y le dio alcance del otro lado de la avenida. Ahí, el ex dirigente de la Asociación Ciudadana de Deudores de la Banca pagó con su tarjeta la multa: 510 pesos.
La mayor parte de sus huestes, mientras tanto, ya estaba frente a Los Pinos, taponado el acceso por una gruesa cortina de policías locales y federales, dispuestos a frenar a los manifestantes, quienes sólo iban a mostrar su repudió a la visita de José María Aznar, ex presidente del Gobierno español, y a clausurar simbólicamente la residencia oficial, pues consideran que "el hombre del bigotito" había atizado la campaña negra electoral contra Andrés Manuel López Obrador.
El perredista, después de pagar la sanción al policía de tránsito, que le entregó el respectivo talón eructado por una maquinita, se trepó en una camioneta, en la que llevaba una pancarta con las efigies de Felipe Calderón, vestido de militar, y de Manuel Espino, presidente del PAN, entregando un regalo a Aznar, cuya imagen, plasmada en el extremo izquierdo de la pancarta, era mostrado con uniforme y saludo nazi. Y abajo un letrero: “Clausurado por no grato”.
“Para aumentar la emoción”, bromeó Fernández Noroña, cuando se percató que incidente con la grúa lo había hecho demorar algunos minutos, y comentó que nunca había tenido un preámbulo tan atropellado. Estaba inquieto, pero de buen humor. De modo que la camioneta enfiló a Los Pinos, y pudo entrar por la avenida Constituyentes, cuyas cercanías estaban despejadas. “Antes, la policía del DF y el Estado Mayor Presidencial cerraban el Metro”, recordó el activista.
Y allá, frente a Los Pinos, pero sobre la avenida, lo esperaban sus seguidores, la mayoría ancianos. Grupos de policías, de la Secretaría de Seguridad Pública del DF, resguardaban las rejas. La vigilancia era reforzada por miembros del Estado Mayor vestidos de negro. Los uniformados se pusieron en alerta cuando llegó Fernández Noroña, pues su gente empezó a lanzar consignas.
Los manifestantes, blandiendo pancartas manuscritas, empezaron a gritar. Venían de diferentes partes de la capital y del Estado de México. “Aznar, el respeto al derecho ajeno es la paz”, rezaba en un letrero. “México no se vende, se respeta y se defiende. No queremos intrusos, váyase”, decía otra. “Somos de la resistencia civil pacífica”, aclaró la mujer.
Ahí estaba Berta Ponce Bolaños, de 69 años, de Tlalnepantla. “Aznar, maldito fascista, lárgate de mi país”, pedía la mujer.
Fernández Noroña, mientras, pedía disculpas por el atraso y, megáfono en mano, anunciaba que esta vez la protesta no sólo estaba enfocada contra “el usurpador”, sino que la intención era "clausurar" Los Pinos, como una forma de repudio a Aznar, sobre quien prometió “marcaje personal”.
Recordó que era la quinta ocasión que estaban ahí y no deseaban confrontación, cosa que el Estado Mayor había entendido, como Fernández Noroña lo reconoció, pero ahora faltaba que lo hiciera la policía del DF, la más visible en el parapeto, la que realmente tiene que enfrentar la situación.
Y recordó la ocasión en que, en plena campaña electoral, vino a México Aznar, quien pidió votar por Felipe Calderón. Y no sólo eso, añadió, sino que Aznar recomendó a Antonio Solá, propagandista del Partido Popular y el clero español, para que hiciera la campaña negra contra López Obrador.
De la mente de Solá salió aquella frase de que el candidato del PRD era un peligro para México, subrayó Fernández Noroña, quien anunció que este martes quizás iría a protestar contra Aznar en su visita al PAN, pero después reculó, “como un gesto de civilidad de nuestra parte”, además de que sería “darle margaritas a los cerdos”.
Luego, a unos centímetros de la hilera de policías que atajaban el paso, el activista recordó que en la pasada protesta frente al Palacio de Bellas Artes, la señora Ofelia, de 76 años, fue aporreada por policías locales. Y apareció doña Ofelia, chaparrita, que gritó: “¡Me he de morir en la raya!”.
Los policías, firmes, escuchaban, preparados para tapar el paso a su viejo conocido, pues muchas veces lo han tenido enfrente, intentando romper el cerco. Y entonces Fernández Noroña anunció la clausura simbólica. Y pidió una pancarta. Sabía que no lo iban a dejar pasar. Primero solicitó permiso, como deber ser, pero sabía que no lo podían dejar pasar.
Entonces empezó el forcejo. Él exigía entrar, pero no le hacían caso. Sus seguidores lo resguardaban. En medio de la bulla. “Tranquilo, tranquilo, dejen pasar”, pedía, pero era retenido. El perredista trataba de acercarse a las rejas, sólo para colgar una punta de la pancarta, pero se lo impedía el muro policiaco. Se acercaba y lo empujaba. Estiraba la mano y se la quitaban. Volvía. Necio.
“Dejen que la ponga; están cuidando al gachupín ése”, gritaban, y la pancarta se rompía de tanto jaloneo. Los granaderos resistían. Fernández Noroña insistía. Parecía navegar entre la gente que lo animaba y la inamovible hilera de granaderos
Volvía la tensión, como siempre, reflejada en los rostros. Hasta que por fin, apenas, logró acercarse a la reja y, aunque sea para la foto, pegó una parte de la pancarta con cinta adhesiva, mientras el otro extremo era sostenido por algunos de sus seguidores, quienes se arriesgaban a que la valla de granaderos los arrollara, pues permanecían demasiado cerca de la hilera azul.
“¡Noroña, valiente, aquí está tu gente!”. Era animado por los coros. Y más: “¡Es un honor, estar con Obrador!”. El perredista terminó su labor y se abrió paso. El letrero apenas quedó sostenido. “Ellos hacen su labor de resguardo”, dijo, refiriéndose a los policías, “y nosotros ya cumplimos”.
Apenas habló y algunas manos policiacas empezaron a quitar el letrero, que fue rescatado los manifestantes, quienes siguieron a su líder hasta la estación Constituyentes del Metro, donde acordó con sus seguidores no participar, como una muestra de civilidad”, en la protesta ante las instalaciones del PAN, pero les dijo que sí habría que manifestarse frente a un hotel, donde el visitante se reunirá con representantes de grupos de derecha.
Otra situación que le preocupa a Fernández Noroña es que algunos adeptos gritan “majaderías”, de modo que los convocó a no hacerlo, luego de escuchar algunas de ellas, como aquella de: “Felipilo, Felinillo, ¿dónde estás, dónde estás?, chingas a tu madre, chingas a tu madre, tú y Aznar, tú y Aznar”.
— ¿Ya oyeron, ya oyeron?– comentó don Ángel García, de 82 años, acompañado de su esposa, Margarita Solomón.
Y es que no todos están de acuerdo con las ofensas que se lanzan en las protestas. Por eso Fernández Noroña repitió:
—No groserías; sí fuerte presión. No hagamos a la gente lo que no queramos que nos hagan. ¿Están de acuerdo? —Síiiiii.
Y algunos rieron. Y se despidieron: "Señor licenciado, que Dios lo cuide".
Humberto Ríos Navarrete
No hay comentarios:
Publicar un comentario