28 Junio 2007
CLAUDIA HERRERA BELTRAN
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, saludó ayer al "México insurrecto" y criticó la política hegemónica de Estados Unidos, el modelo neoliberal "agotado, fracasado", y se preguntó de qué ha servido el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a los mexicanos.
"¿Acaso ha parado la migración? Si el TLCAN fuese realmente lo positivo que ustedes tenían pensado no estarían desesperados millones de latinoamericanos por saltar hacia Estados Unidos?", expuso ante la mirada sorprendida del presidente Felipe Calderón, líderes legislativos e integrantes del gabinete.
De parte de Calderón, el llamado fue distinto. A su invitado, impulsor -junto con Hugo Chávez y Fidel Castro- de la Alternativa Bolivariana para las Américas y opositor del Area de Libre Comercio de las Américas, le pidió "respetuosamente" mantener activa la participación de Nicaragua en las iniciativas regionales, como el Plan Puebla-Panamá y el Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla.
Prolongados fueron los discursos del comandante en su visita de Estado, y divergentes las posturas que dieron ambos mandatarios, aunque Calderón hizo esfuerzos por resaltar los puntos en común. Incluso comentó que en su generación seguían con atención y admiración la lucha de los sandinistas y, desde luego, del comandante Ortega y sus camaradas.
Pero el presidente mexicano no perdió oportunidad para defender el "comercio libre y justo" frente al mandatario centroamericano, quien criticó con vehemencia el "capitalismo global" y lanzó sus dardos contra Estados Unidos.
En mangas de camisa y contento por la lluvia, que comenzaba a caer en Palacio Nacional durante la ceremonia de bienvenida, el nicaragüense celebró a ese México que "siempre ha estado insurrecto contra la injusticia", y saludó a todas las fuerzas políticas del país.
A su lado, Rosario Murillo, la esposa del líder sandinista y coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, asentía y sonreía al escuchar las palabras críticas de su esposo. A lo lejos se escuchaban las consignas de perredistas que se apostaron afuera de Palacio Nacional para repudiar la presencia del jefe del Ejecutivo mexicano.
Entre evocaciones a la Virgen de Guadalupe y al general Augusto Sandino, el invitado celebró que un "nuevo sol" de unidad alumbra América Latina y cuestionó el "capitalismo global" que se ha creído dueño de la historia, a "aquellos que han apostado a fragmentarnos para explotarnos mejor o para comernos mejor, como el cuento de Caperucita y el lobo".
Frente a esta postura contra los tratados de libre comercio, Calderón defendió la integración de América Latina como una oportunidad para impulsar el desarrollo económico y social de los países de la región.
En su esfuerzo por mostrarse cercano al sandinista, anunció que ha decidido apoyar la petición de ese gobierno para financiar, por medio del Pacto de San José, tres importantes proyectos carreteros en Nicaragua, que además fortalecerán la red carretera mesoamericana.
Después ambos presidentes pasaron revista a la guardia de honor, momento en que Ortega lucía como si fuera el anfitrión, moviendo los brazos y dando explicaciones a un Calderón que sonreía nerviosamente mientras caminaban por la alfombra roja.
Acompañados de sus comitivas, ambos se trasladaron al salón de recepciones, donde los aguardaban empresarios y políticos, entre ellos varios integrantes del gabinete, el senador priísta Manlio Fabio Beltrones y la diputada panista María Elena Alvarez.
Ortega ocupó más de 40 minutos en su discurso y ni siquiera advirtió que Dimas Romero, el encargado de la oficina de negocios de la embajada de Venezuela en México, se desvaneció en plena cena. El secretario de Salud, José Angel Córdoba Villalobos, tuvo que cruzar todo el salón para atenderlo.
Mientras elementos del Estado Mayor Presidencial y el titular de Salud atendían al venezolano, que finalmente se incorporó, Ortega volvió a la carga contra un TLCAN que, dijo, no toma en cuenta las asimetrías de la región y pidió entender a los mexicanos esta "política hegemonista del tiburón queriéndose tragarse la sardina".
Y terminó su mensaje calificando el muro entre Estados Unidos y México de "vergüenza e ignominia".
"¿Acaso ha parado la migración? Si el TLCAN fuese realmente lo positivo que ustedes tenían pensado no estarían desesperados millones de latinoamericanos por saltar hacia Estados Unidos?", expuso ante la mirada sorprendida del presidente Felipe Calderón, líderes legislativos e integrantes del gabinete.
De parte de Calderón, el llamado fue distinto. A su invitado, impulsor -junto con Hugo Chávez y Fidel Castro- de la Alternativa Bolivariana para las Américas y opositor del Area de Libre Comercio de las Américas, le pidió "respetuosamente" mantener activa la participación de Nicaragua en las iniciativas regionales, como el Plan Puebla-Panamá y el Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla.
Prolongados fueron los discursos del comandante en su visita de Estado, y divergentes las posturas que dieron ambos mandatarios, aunque Calderón hizo esfuerzos por resaltar los puntos en común. Incluso comentó que en su generación seguían con atención y admiración la lucha de los sandinistas y, desde luego, del comandante Ortega y sus camaradas.
Pero el presidente mexicano no perdió oportunidad para defender el "comercio libre y justo" frente al mandatario centroamericano, quien criticó con vehemencia el "capitalismo global" y lanzó sus dardos contra Estados Unidos.
En mangas de camisa y contento por la lluvia, que comenzaba a caer en Palacio Nacional durante la ceremonia de bienvenida, el nicaragüense celebró a ese México que "siempre ha estado insurrecto contra la injusticia", y saludó a todas las fuerzas políticas del país.
A su lado, Rosario Murillo, la esposa del líder sandinista y coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, asentía y sonreía al escuchar las palabras críticas de su esposo. A lo lejos se escuchaban las consignas de perredistas que se apostaron afuera de Palacio Nacional para repudiar la presencia del jefe del Ejecutivo mexicano.
Entre evocaciones a la Virgen de Guadalupe y al general Augusto Sandino, el invitado celebró que un "nuevo sol" de unidad alumbra América Latina y cuestionó el "capitalismo global" que se ha creído dueño de la historia, a "aquellos que han apostado a fragmentarnos para explotarnos mejor o para comernos mejor, como el cuento de Caperucita y el lobo".
Frente a esta postura contra los tratados de libre comercio, Calderón defendió la integración de América Latina como una oportunidad para impulsar el desarrollo económico y social de los países de la región.
En su esfuerzo por mostrarse cercano al sandinista, anunció que ha decidido apoyar la petición de ese gobierno para financiar, por medio del Pacto de San José, tres importantes proyectos carreteros en Nicaragua, que además fortalecerán la red carretera mesoamericana.
Después ambos presidentes pasaron revista a la guardia de honor, momento en que Ortega lucía como si fuera el anfitrión, moviendo los brazos y dando explicaciones a un Calderón que sonreía nerviosamente mientras caminaban por la alfombra roja.
Acompañados de sus comitivas, ambos se trasladaron al salón de recepciones, donde los aguardaban empresarios y políticos, entre ellos varios integrantes del gabinete, el senador priísta Manlio Fabio Beltrones y la diputada panista María Elena Alvarez.
Ortega ocupó más de 40 minutos en su discurso y ni siquiera advirtió que Dimas Romero, el encargado de la oficina de negocios de la embajada de Venezuela en México, se desvaneció en plena cena. El secretario de Salud, José Angel Córdoba Villalobos, tuvo que cruzar todo el salón para atenderlo.
Mientras elementos del Estado Mayor Presidencial y el titular de Salud atendían al venezolano, que finalmente se incorporó, Ortega volvió a la carga contra un TLCAN que, dijo, no toma en cuenta las asimetrías de la región y pidió entender a los mexicanos esta "política hegemonista del tiburón queriéndose tragarse la sardina".
Y terminó su mensaje calificando el muro entre Estados Unidos y México de "vergüenza e ignominia".
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